Nutrientes
algunas personas, si bien alguna vez han
realizado una dieta, no tienen una idea
clara acerca de las características
esenciales de los alimentos. Una buena dieta
no debe hacerle sentir mal ni enfermarle,
sino todo lo contrario.
El cuerpo necesita diariamente, para su buen
funcionamiento, nutrientes que pueden
clasificarse en:
NUTRIENTES ENERGETICOS
• Grasas o lípidos
• Proteínas o aminoácidos
• carbohidratos o azúcares
NUTRIENTES NO ENERGETICOS
• Vitaminas
• Minerales
Estos nutrientes son necesarios para la
reparación de nuestros órganos y tejidos.
Tienen la misión de mantener el equilibrio
del funcionamiento general del organismo
además de aportarle la energía
imprescindible.
cada persona es distinta y por eso, tiene
distintos requerimientos según su actividad,
su peso, edad y fotos. Una dieta balanceada
debe tener todos los nutrientes necesarios
para la persona que la lleva a cabo.
• Hidratos de carbono o azúcares:
Deben ocupar entre el 50% y el 55% de los
alimentos de una dieta. Son los encargados
de producir energía, transformándose durante
la digestión en azúcares y glucosa. Así
llegan a la sangre y son usados para
alimentar los diversos tejidos. Además son
fuente de vitaminas y minerales.
Los muy refinados, como dulces, chocolates,
postres y, en general, alimentos elaborados,
dan lo que se llama calorías vacías, que no
nutren y sí engordan. Los más nutritivos son
los de origen vegetal; como frutas,
leguminosas, cereales, etc. Son también
ricos en fibra, otro elemento necesario para
el buen funcionamiento del organismo.
Los carbohidratos están en:
a) frutas y verduras: nos dan carbohidratos
directamente de la naturaleza, y por lo
tanto, son los mejores, los más fáciles de
digerir y se pueden incluir en cualquier
dieta para adelgazar. Proveen de gran
cantidad de vitaminas y de minerales.
b) cereales y panes integrales
c) las pastas en general, consumidas con
mucha moderación si se está haciendo dieta.
• Las proteínas:
Deben ocupar entre un 10% y un 15% de los
alimentos de la dieta. Son importantes para
la regeneración de los tejidos. Si usted no
consume las proteínas necesarias, sus
funciones de renovación y de crecimiento se
verán afectadas. Por ejemplo: la formación
de materia genética, de membranas celulares
y de fibras de los tejidos de sostén. Son
importantes también para regular los
líquidos del organismo, ayudar a la
coagulación de la sangre y equilibrar la
presión sanguínea.
Las proteínas pueden ser de origen vegetal:
soja, garbanzo, lentejas, papas, maíz, arroz,
etc.; o de origen animal: pescados, carnes,
huevos, lácteos en general, aves y mariscos.
• Las grasas:
Deben ocupar entre un 30% y un 35% de los
alimentos de la dieta. Se sabe que el exceso
de grasas, particularmente las de origen
animal, eleva el nivel de colesterol,
tapando las arterias principales y
produciendo infartos cardíacos, cerebrales o
en otros lugares del cuerpo. Lo ideal es
ingerir una cucharada diaria de grasa de
origen vegetal, tal como aceite de oliva o
de girasol, mayonesa o margarina.
Las grasas crudas son preferibles, ya que si
las freímos, se acumulan más en las arterias
y son más difíciles de eliminar.
• Las vitaminas:
Son sustancias orgánicas que existen en los
alimentos y que, en cantidades muy pequeñas,
son necesarias para el organismo. Su falta
puede producir trastornos serios.
• Los minerales:
Si bien se necesitan en pequeñas cantidades,
son indispensables para el organismo; en
especial para el cerebro, los músculos, las
células y el equilibrio de los líquidos.
Motivos por los que usted puede engordar
La obesidad es un exceso de grasa en el
cuerpo y aún no se han podido determinar con
certeza la o las causas que la provocan.
Esta es la situación de entre el 95% y el
97% de los casos de obesidad. Sin embargo sí
pueden identificarse algunos factores que
incidirían en la adquisición de esta
enfermedad.
• Genéticos:
Pueden influir en forma directa o
indirectamente. Heredamos rasgos, pero
también una cierta tendencia en el peso y
una actitud proclive al poco movimiento que
influye en su aumento. Las madres,
observando las conductas de sus hijos,
descubren que poseen actitudes pasivas y
cercanas al sedentarismo. Estas diferencias
en la conducta son previas a la aparición de
la gordura. Los hábitos dietéticos se
adquieren en la infancia y si en ese período
no ponemos atención, las conductas
incorporadas serán incorrectas para siempre.
También se hereda, como se ha señalado, una
predisposición a padecer obesidad. Tal vez
esto se deba a un aumento generalizado de
las células grasas que trae el niño al nacer.
Dicha predisposición no indica que la
enfermedad llegue a manifestarse como tal,
ya que con una adecuada conducta alimentaria
y un buen plan de actividad física, puede
prevenirse.
Los estudios nos muestran que la obesidad
puede aparecer en varios miembros de una
misma familia con diferentes porcentajes de
probabilidad:
a) Cuando ninguno de los padres es obeso,
los hijos tienen entre un 10% y un 15% de
probabilidades de padecer obesidad.
b) Cuando uno de los padres es obeso, el
niño tiene un 40% de posibilidades de
padecerla.
c) Cuando ambos padres son obesos, el
porcentaje de probabilidad de que un hijo
padezca esta enfermedad se eleva hasta el
80%.
Otro factor de herencia son los trastornos
en el metabolismo. Sin embargo, tan sólo el
1% de los casos de obesidad son provocados
por estos trastornos, mientras se los sigue
manteniendo como una buena, pero en la
mayoría de lo casos, falaz excusa para la
gordura.
• Socio–culturales:
a) La clase social:
Las estadísticas comprueban que la
pertenencia a una determinada clase social
influye en la adquisición de la obesidad.
Existe una mayor incidencia de obesidad en
las clases socio–económicas más bajas. Esto
se debe a tres factores:
1) Las clases socio–económicas más altas
tienen una mayor exigencia estética de su
entorno. Un individuo no delgado sufrirá en
este tipo de ambientes, un mayor rechazo y
marginación.
2) El poder adquisitivo determina la calidad
y el tipo de alimentación. Las clases más
humildes consumen por lo general más
hidratos de carbono refinados, por ser los
alimentos menos costosos del mercado.
3) Las clases socio–económicas más elevadas
tienen mayor acceso a la información, lo que
les permite elegir una alimentación más
saludable, evitando de este modo la
aparición de la obesidad.
b) La familia y el entorno:
La micro–sociedad de cada persona, con sus
normas de conducta y su conjunto de
creencias, pueden ser también causa de
obesidad. En la familia, a partir de la
educación, se le transmite al niño una
valoración de la comida que nada tiene que
ver con lo real.
Cuando el bebé llora, la madre recurre
siempre, o por lo general, a la mamadera; de
este modo le está enseñando que ante las más
variadas situaciones (hambre, dolor,
necesidad de afecto o de compañía, etc.) la
única solución es la comida.
También se cree que un bebé gordo es un bebé
sano. Es decir, se le da a la comida una
sobrevaloración. Cuando el niño comienza a
alimentarse por sus propios medios se le
enseña a regular socialmente su ritmo
horario de comidas, abandonando así los
intervalos de tres horas entre una ingesta y
otra, hasta llegar a las clásicas cuatro o
menos comidas diarias. Además se le obliga a
comer todo lo que se le sirve, inculcándole
que es mala educación rechazar o dejar
comida en el plato. Se suele usar la comida,
en especial golosinas, como medio de
demostración del afecto o como premio de
logros o de buen comportamiento.
Ya adulto, el individuo se relacionará con
los demás a través de la comida. Las
reuniones convocadas en torno de la
importancia del comer se vuelven fiestas que
poco tienen que ver con el contacto afectivo.
• Psicológicos:
a) Desencadenantes:
Ocurre frecuentemente que el comienzo de la
obesidad coincide con un período de crisis
personal del individuo. Estas crisis son
comunes a todos los seres humanos, pero en
aquellas personas biológicamente
predispuestas, actúan como disparadores a
partir de los que aparece la enfermedad. Las
crisis pueden estar relacionadas con
procesos vitales: nacimiento, adolescencia,
menopausia, etc.; o pueden ser accidentales:
nacimientos de hermanos, intervenciones
quirúrgicas, casamientos, embarazos,
separaciones, mudanzas, ascensos o descensos
socio–económicos, pérdidas de familiares o
amigos, etc.
Todas estas situaciones pueden ser buenas o
malas, y no diferentes de las que puede
atravesar cualquier otra persona; pero en el
obeso la capacidad de tolerancia frente a
los cambios es muy baja.
b) alteraciones del esquema corporal:
cada persona posee una imagen de como es su
propio cuerpo. Cuando esta idea se asemeja a
la realidad, existe un equilibrio. La imagen
corporal se va constituyendo a partir de
mirarse, moverse y tocarse, pero cuando una
persona está gorda no se mueve, no se mira,
ni se toca. El obeso va construyendo una
idea errónea de su propio cuerpo a partir
del sedentarismo, de usar ropa muy holgada y
de no mirarse al espejo desnudo y entero,
por rechazo ante su imagen. Esto puede
provocar que la persona se vea más o menos
gorda de lo que realmente está.
Durante el proceso de adelgazamiento es muy
importante favorecer la contraposición de la
idea del cuerpo con la realidad, ya que
ayuda a mantener un peso adecuado.
c) Las emociones:
Cuando sobreviene una emoción, si una
persona es adicta, recurre a su droga. El
obeso, entonces, frente a cualquier emoción,
come. Es muy común escuchar la frase: como
porque estoy ansioso. Pero esta forma
inadecuada de comer no se produce sólo ante
situaciones de displacer (pérdidas, soledad,
exigencias, frustraciones), sino también
ante situaciones de placer (fiestas,
vacaciones, fines de semana, etc.). A la
persona que no padece esta enfermedad, ante
cualquier cambio que puede ser traumático,
se le cierra la boca del estómago. Frente a
la misma situación, al obeso se le abre.
Continua
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